8 mayo, 2025 | Iglesia Nueva Vida ←Volver a Devocionales Un camino de dos vías Franco Mercado La Biblia a menudo nos muestra realidades en tensión: bien y mal, alegría y tristeza, necesidad y abundancia. Sobre esta última Jesús habla en el Sermón del Monte, cuando rompe los paradigmas de una multitud que esperaba libertad material, diciéndoles: “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”. (Mateo 5:3)¿Cómo puede alguien pobre ser dichoso, bendecido? Porque en el Reino de Dios, reconocer nuestra necesidad es el primer paso hacia la bendición. Jesús revela un camino donde la recompensa no necesariamente es material, sino eterna: “les espera una gran recompensa en el cielo”.Luego, aclara que lo material no debe preocuparnos, él se encarga. Nos llama a buscar primero su Reino y justicia, prometiendo que todo lo demás será añadido. Esto fue particularmente difícil cuando este año tuve que renunciar a mi trabajo. Tomó semanas juntar el valor para confiar en que Dios proveería. Hoy empiezo a ver cómo no solo su provisión fue real, sino también lo mucho que viene trabajando en mí, transformando y formando cosas que hubieran sido imposibles sin dicha obediencia.Deuteronomio 8:1-20 muestra cómo Dios trató con Israel en el desierto: los hizo pasar “necesidad”, les probó el corazón, y aun en el medio de la nada nunca les faltó nada.“Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, para humillarte y ponerte a prueba. Así llegaría a conocer lo que había en tu corazón y vería si cumplirías o no sus mandamientos.” (Deuteronomio 8:2)Todo esto con un propósito: prepararlos para la abundancia sin que olvidaran al Señor. El pasaje deja en claro que, así como Dios fue fiel con ellos, esperaba fidelidad de su parte: obediencia, temor y caminar en sus caminos.Así también hoy, Dios quiere bendecirnos, ya sea espiritual o materialmente. Pero antes que eso, le interesa trabajar nuestro corazón, lo único trascendente para él. Porque la abundancia sin formación puede llevar al orgullo y al olvido de Dios. Cada escasez, cada retraso, cada prueba —como lo vivido en nuestra iglesia con el proceso del techo, los retrasos, la falta de baños— es parte de esa formación divina. No se trata solo de obstáculos, sino de herramientas que Dios usa para humillarnos, moldearnos y prepararnos para administrar su bendición correctamente.La fidelidad de Dios es constante, pero este es un camino de dos vías. Así como Él no nos ha dejado faltar nada, también espera corazones fieles que lo busquen, lo obedezcan y lo recuerden tanto en la necesidad como en la abundancia, porque su visión está en lo eterno.