7 marzo, 2024 | Iglesia Nueva Vida ←Volver a Devocionales Ser anónimos vs. ser conocidos Cecilia Castro La Biblia no explica por qué se mencionan los nombres de algunos personajes y de otros no. Se desconocen los nombres de los autores de más de cuarenta salmos, y los de algunos fieles profetas que cumplieron mandatos importantes. Sin embargo, es mucho lo que podemos aprender de estos anónimos. De acuerdo con la Real Academia Española, “anónimo”, hace referencia a una persona, de nombre desconocido o que se oculta. Alguien indiferenciado, que no destaca de la generalidad, alguien de incógnito, ignoto, secreto. Mañana, el mundo celebra el Día Internacional de la Mujer, instituido en el ´77 por la Asamblea General de las Naciones Unidas para conmemorar la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. Entonces, en esta víspera, quiero referirme a dos mujeres. Una anónima, sin nombre, y otra con nombre y popular. Vamos con la primera referencia. En el Evangelio de Marcos 14:3-9 leemos acerca de aquella mujer que ungió a Jesús con un perfume muy costoso y que fue juzgada y reprendida por muchos de los que allí se encontraban. Pero Jesús dijo: “Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo.” (vs 9) ¡Wow! Ella, una anónima y desconocida, buscó ungir, exaltar al que merece toda la gloria y honra y alabanza. Y Él se encargó de que ella fuera conocida. Contrariamente al término anónimo, la Academia Real Española ofrece los siguientes: conocido, distinguido, acreditado, ilustre, famoso, popular, afamado, célebre, insigne, nombrado, renombrado, notable, prestigioso. Y pensé, para ilustrar esta oposición, en la virgen María. Aunque ella no se anotó en la galería de la fama, su acto de obediencia le llevó a que también se hablara de ella. María sí puede ser identificada, y de ella también se escribió algo hermoso. Leemos en Lucas 1:26-35 que Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret con un mensaje para una joven llamada María. “Entonces el ángel le dijo: —No tengas miedo, María, porque Dios te ha dado un gran privilegio. Vas a quedar embarazada; y tendrás un hijo, a quien le pondrás por nombre Jesús. Este niño llegará a ser muy importante, y lo llamarán “Hijo del Dios altísimo”. Dios lo hará rey, como hizo con su antepasado David” (vs 30-32) Una jovencita sencilla, que, por su obediencia, se convertiría en la madre del Rey del universo. Con nombres, sin nombres… Anónimos o conocidos… NADA se trata de nosotros. De manera que, en esta noche, oremos para que ocupemos el lugar que Dios quiere que ocupemos, para hacer lo que Él quiere que hagamos, en su tiempo, que es perfecto.