29 agosto, 2024 | Iglesia Nueva Vida ←Volver a Devocionales Lo que de verdad importa Alejandra Castro “En una palabra, no den lugar a que se hable mal del bien que ustedes practican, porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. El que de esta manera sirve a Cristo agrada a Dios y es aprobado por sus semejantes.” Rom 14: 16-18 A veces, frente a algunos temas o situaciones no tan relevantes, queremos hacer prevalecer nuestra opinión o nuestros derechos a tal punto que podemos llegar a causar divisiones entre nuestros hermanos o incluso ser de mal testimonio ante el mundo que nos está observando, dando de alguna manera a entender que el evangelio consiste en hacer o dejar de hacer algo. En conversaciones en el ambiente laboral escucho a menudo que el cristianismo nos hace sentir culpables, o que es una religión con muchas tradiciones a cumplir y me hace reflexionar, sobre lo que están viendo en mí, en los cristianos, o, por el contrario, lo qué no están viendo. Pablo, en el pasaje de Romanos 14, está dirigiéndose a los creyentes y les advierte del peligro de no usar bien la libertad que tienen en Cristo. El qué comemos o qué bebemos no es el punto principal de la fe cristiana, como tampoco lo es la manera en que uno u otro expresa su adoración, servicio, generosidad, etc. Lo fundamental en el reino de Dios es la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo. Eso es lo que el mundo debiera ver en nosotros, más que conocer de nuestras diferencias, divisiones o tradiciones. La palabra justicia nos habla de que, a causa de la muerte de Jesús por nosotros, somos amados y aceptados por Él. El mundo debiera ver que nuestra confianza está en la identidad que tenemos como hijos suyos. Y la justicia que nos habla de hacer lo correcto, que incluye amar al prójimo y tratar a los demás con bondad. Además, el mundo debiera ver en nosotros paz, que se ve manifestada en la calma que tenemos al atravesar dificultades. No nos perturbamos rápidamente. No nos dejamos llevar fácilmente por aquellas situaciones pequeñas o pasajeras, porque nuestra confianza esta puesta en Dios. Y, por último, debiera verse el gozo. El que nos permite disfrutar la vida y alegrarnos en cada situación que el Señor nos ponga por delante, a pesar de los problemas que puedan surgir, porque ese gozo nace de una relación profunda con Dios. Es fruto del Espíritu Santo obrando en nosotros y es nuestra fortaleza. Si ponemos en primer lugar nuestros derechos, y nuestra razón, estaremos fuera de sintonía con las prioridades y el corazón de Dios. Pero si servimos a Cristo con un corazón hacia su justicia, paz y gozo, vamos a “agradar a Dios” y ser “aprobado por nuestros semejantes”. Al servir a Cristo de esta manera, nos mantendremos enfocados en lo que realmente importa, mostrando así el amor de Dios al mundo.