Formados para formar

Lucas Barrios

Todo creyente vive en un doble rol al mismo tiempo: por un lado, somos ‘Timoteos’, porque siempre estamos aprendiendo de alguien; y segundo lugar somos ‘Pablos’, porque siempre alguien está aprendiendo algo de nuestra vida, directa o indirectamente.
La Biblia muestra a Timoteo siendo formado por Pablo. Este modelo enseña que todos necesitamos guía espiritual, corrección y consejo para crecer. “Persiste tú en lo que has aprendido… sabiendo de quién lo has aprendido.” — 2 Timoteo 3:14
Reconocer quién es nuestro “Pablo” es un acto de humildad y obediencia. Es importante recibir consejo y corrección de quienes Dios puso para cuidarnos.
Al mismo tiempo, la Biblia enseña que todos estamos siendo ejemplo para alguien, sin importar edad, título o posición. “Sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” — 1 Timoteo 4:12
Nuestro testimonio comunica más fuerte que nuestras palabras. Enseñamos con lo que hacemos, aun cuando no nos damos cuenta.
Esto me lleva a pensar que el discipulado es ahora: El llamado de Jesús a hacer discípulos no es solo para líderes, sino para todos: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros…” — 1 Pedro 4:10.
No se trata de esperar “estar listos” o tener un cargo. La misión empieza con las personas que ya llegan a nuestra vida. Dios no pone gente en nuestro camino por casualidad.
Enseñar a otros no nos eleva; nos hace servidores. Nos expone, nos corrige y nos vuelve dependientes del Espíritu Santo. “El mayor entre vosotros será vuestro siervo.” — Mateo 23:11
Cuidar a otros también nos forma a nosotros. Enseñar santifica. Guiar a alguien muchas veces nos hace crecer más que recibir enseñanza.
El discipulado es un ciclo bíblico: Pablo le enseña a Timoteo que su aprendizaje debe reproducirse: “Lo que has oído de mí… esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” — 2 Timoteo 2:2
Este es el ciclo: aprendo → enseño → crezco mientras enseño.
Dios les bendiga.