El fruto del Espíritu Santo en nosotros
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” Gálatas 5:22-23 (NVI)
Ésta expresión nos llega desde la carta del apóstol Pablo a la Iglesia en Galacia. La sola mención de las virtudes cristianas que allí enumera, ha movilizado a los creyentes de todos los tiempos a anhelar la obra de Dios en sus vidas. Ningún hombre o mujer ha exhibido jamás estas cualidades con tal equilibrio, o en tal perfección, como Jesucristo.
Ésta es la clase de persona que todo cristiano anhela, o debiera anhelar, ser. Ser como Jesús.
El Espíritu Santo es derramado en los hijos de Dios desde el momento en que creen y depositan su fe en Jesús, lo cual produce la ‘nueva vida’ que solo Dios puede otorgar.
Este fruto pone de manifiesto la abundancia de la ‘savia’ que el Espíritu de Dios pone en la vida de aquellos que han nacido de nuevo. Es tarea del Espíritu Santo reproducir en los seguidores de Jesús, el carácter de su Señor.
Es estimulante darnos cuenta que todas estas virtudes están en nosotros porque la vida de Dios está en nosotros, los que hemos creído.
La forma singular, ‘el fruto’, que utiliza el escritor es sugerente de que TODAS sus cualidades están en nosotros. Cada cualidad de este fruto puede ser forjada en nuestras vidas mientras experimentamos una relación cada vez más profunda con el dador del fruto.
Nada atrae más a creyentes y no creyentes hacia Dios, tanto como una vida que expresa amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
Una vida llena del fruto del Espíritu puede ser un instrumento para la evangelización, y además para promover la armonía, unidad y crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Gracias a Dios por el fruto del Espíritu que nos ha regalado en su bondad.
Que haya fruto en cada uno de nosotros. Amén.
Pr. Walter Romanenghi
Entrada etiquetada con Walter Romanenghi