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Alinearnos al corazón de Dios

Pablo Centeno

El Señor nos ama de una manera profunda e inexplicable. Su deseo es que vivamos apasionados por Él. Un corazón perfecto no es aquel que nunca falla, sino aquel que, día tras día, anhela amar lo que Dios ama. La palabra nos llama a este tipo de amor total:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.” ‭‭‬‬‬‬‬‬ (Deuteronomio‬ ‭6‬:‭5)‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
Por causa de nuestra naturaleza caída, el corazón humano tiende a endurecerse y alejarse de Dios. Por eso, necesitamos mantenerlo sensible a la voz de Dios. Él promete transformar ese corazón endurecido:
“Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo.” (Ezequiel 36:26)
Para recibir las pasiones del corazón de Dios, y amar lo que Él ama, primero debemos entregar nuestras propias pasiones. Esto requiere rendición, humildad y disposición a negarnos a nosotros mismos. Jesús lo expresó claramente:
“Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su propia manera de vivir, tomar su cruz y seguirme”. (Mateo‬ ‭16‬:‭24‬)‭‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
Muchas veces nos aferramos a deseos egoístas o distorsionados que nos confunden y nos alejan del propósito que Dios tiene para nuestras vidas. Dejar estos deseos es parte esencial del camino. La palabra lo afirma:
“Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí”. (Gálatas‬ ‭5‬:‭24)‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
Nunca podremos experimentar la plenitud que Dios diseñó para nosotros si nuestro corazón no está alineado con el suyo. La verdadera satisfacción surge cuando nuestros deseos se transforman, para desear lo que Él desea. Por eso el salmista declara: “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.” (Salmos‬ ‭37‬:‭4)‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬
Cuando buscamos conocer el llamado de Dios para nuestra vida, la primera pregunta no debería ser “¿Qué quiere Dios que haga?”, sino “¿Qué quiere Dios que deje?”
A veces el primer paso hacia nuestra carrera espiritual es soltar aquello que nos estorba.
Que nuestra oración sea que nuestros corazones estén alineados al corazón de Dios.